Balmaceda
José Manuel Balmaceda quiso impulsar la industria nacional vivir y vestirnos por nosotros mismos, presintiendo que la era del salitre pasaría sin dejar a Chile más que el remordimiento. Quiso aplicar estímulos y protecciones semejantes a las que habían practicado, en su infancia industrial, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania. Alzo los salarios de los trabajadores y sembró de escuelas públicas el país. Dio al largo cuerpo de Chile una columna vertebral de vías y caminos. En sus años de presidencia, el sagrado capital británico corrió grave riesgo de profanación: Balmaceda quiso nacionalizar los ferrocarriles y quiso acabar con la usura de los bancos y la voracidad de las empresas salitreras.
Mucho quiso Balmaceda, y bastante pudo; pero más pudo el enorme presupuesto que John Thomas North destina a comprar conciencias y torcer justicias. La prensa desato sus truenos contra el Cesar ebrio de poder, déspota enemigo de la libertad y hostil a las empresas extranjeras, y no menos fuerte resonó el clamor de los obispos y los parlamentarios. La sublevación militar estallo como un eco y entonces corrió sangre de pueblo.
“The South American Journal” anuncia el triunfo del golpe de Estado: Chile volverá a los buenos tiempos de antes. El banquero Eduardo Matte también lo celebra: Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo. Lo demás es masa influenciable y vendible.
Balmaceda se mata de un balazo."
Extracto de:
Eduardo Galeano (2007): Memoria del Fuego 2. Las caras y las mascaras. Duodécima Edición. Siglo XXI editores.pág. 285.
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