Los hermanos Vergara Toledo (Rafael el menor, Eduardo el mayor) eran dos seres humanos, que en tiempos de la dictadura capitalista de pinochet se decidieron a luchar contra ella, llevados en buena parte por la brutalidad que veían en su Villa Francia y en el país. Y también por los valores que sus padres habían invitado a vivir, que son los de la democracia, el amor, la libertad y la fe cristiana encarnada en la fraternidad de los hombres y mujeres. Su origen familiar lo podemos encontrar en los relatos de sus padres. Su madre así cuenta su vida en la infancia:
“...Una profesora me llevó a vivir con ella ya que yo no tenía medios para estudiar; me recuerdo triste porque era pobre, era adolescente y sólo tenía el uniforme, no podía ir a las fiestas. Al terminar mis estudios, el Comercial me dejó trabajando en Cobre Cerrillos; yo mantenía la casa. En medio de todo esto conocí a Manuel. Otro mundo, otra vida, algo lindo. El era muy pobre vivió su infancia en un conventillo, su padre era inválido y en su silla de ruedas trabajaba como carpintero.. .” (1)
Por su parte, Manuel, el padre de los hermanos Vergara Toledo así relata su origen:
“…Soy de una familia muy proletaria, éramos muy sencillos y unidos, muy libres, yo era un cabro palomilla. Somos ocho hermanos, mi madre quedó viuda y debió trabajar como lavandera. Para ayudarla juntábamos huesos y botellas que luego vendíamos. En ese entonces vivíamos en la población El Pinar. Empecé a trabajar a los catorce años en la Farmacia Imperio, luego fui obrero en el Laboratorio Norgine, donde casi fui elegido dirigente sindical, pero por esto me echaron. Me fui a Envases Modernos y ahí conocí a Luisa…” (1)
La impunidad de la dictadura capitalista de pinochet quedo garantizada al destruir los bastiones más conscientes y pobres de Chile. Nadie defiende la gente que vive en la pobreza económica, porque se enseñó con horror a avergonzarse de la pobreza. Nunca un pobre es inocente, porque el capitalismo y su ideología dice que un hombre puede triunfar económicamente pese a todo, porque el sistema lo garantiza. Por lo tanto, si fracasa económicamente éste ser humano, es un poco apto, un deficiente, tiene alguna patología o es poco inteligente o vicioso. Se encuentran las causas del problema en el individuo y las causas de las bondades en el sistema, simple y llanamente una injustita cruel. Ideología corporizada en el “american dreams”, lo cual no puede estar más lejos de la realidad, aún más en América Latina, subcontinente que nace subdesarrollado en la medida en que otros se desarrollan. En consecuencia, esta ideología no retrata más que una maldita locura, una estupidez y una desfachatez de una clase dominante política, educativa, económica y comunicacional.
Hoy en día, la línea de la pobreza en Chile, establecida por la encuesta CASEN del gobierno de la concertación, es medida por una canasta básica de vida que data de 1987, que dice que cada miembro familiar puede vivir con $47.099 por persona (100 $US dólar aprox) a diciembre de 2006, lo cual cualquier chileno sabe que es inhumano. Si consideramos la canasta básica diseñada por la conservadora Fundación Para la Superación de la Pobreza (FPSP) que dirige el ex director de Canal 13, Rodrigo Jordán, canasta diseñada por el costo de la vida en la actualidad y no en 1987, y considerando cuestiones básicas como un alquiler de una casa en buenas condiciones, o sea, que no se caiga, aunque si se llueva. Esta canasta estimada para un grupo familiar de 4.4 personas a noviembre del 2007 debiese ser, para poder llegar a fin de mes con lo justo, de $390.000 pesos (800 $US dólar aprox) (solo desde el 2006 a noviembre del 2007 se produjo un alza en los productos básicos del 20% con un aumento en los sueldos del 3%, una brutalidad)
Esta consideración, con una canasta medianamente humana como la de la FPSP, sumerge inmediatamente a 7,36 millones de chilenos, un 45,6% de la población total al 30 de noviembre 2007, bajo la línea de la pobreza aplicando todos los subsidios monetarios del gobierno. Que alguien lo desmienta. La misma encuesta de caracterización socio económica del gobierno, dejó fuera de su medición, para no afectar sus “logros” a las 5000 familias chilenas de mayores ingresos económicos. Esto es lo que se viene por todos los medios intentando denunciar como fraude.
“El porque le ha resultado necesario a los ajustadores realizar fraudes cada vez mayores y más burdos lo revela otro índice: el coeficiente 5/5 (el 5% mas rico y el 5% mas pobre) que mide la extrema concentración en la cúpula. Esa cifra, según el libro sobre el gobierno Lagos del economista Marcel Claude de 2006, era de 120 veces a fines del período Pinochet, de 220 veces a fines del gobierno Frei Ruiz Tagle y había subido a 400 veces a fines del 2006 por la enorme concentración que hubo en el gobierno de Ricardo Lagos. Y el índice va camino a 500 veces con las alzas y la tendencia a la concentración que sigue inalterada…” (2)
La dictadura buscaba con sapiencia su enemigo, en las poblaciones de Santiago y también en el resto del país, a jóvenes que fueran concientes de lo que era el pueblo de Chile, un pueblo trabajador y pobre, que convivía, convivió y convive con la inmensa riqueza de unos pocos. La diferencia en la actualidad, y que es en definitiva el gran triunfo de la dictadura capitalista de pinochet, es el someter a la gente pobre de nuestro país, pero no solo mantenerlos igual y más pobres que antes, sino que quitarles todo sueño de emancipación social. Toda conciencia de pertenencia a una clase social desfavorecida. Todo tipo de historia que pudiese explicar el cómo unos llegaron a ser pobres y otros a ser ricos en un país con menos de dos siglos de historia. Todo tipo de conciencia política tuvo que ser “extirpada de raíz” como pinochet siempre se jactaba por la eternamente sumisa televisión. Obsérvese lo siguiente:
“En el año 1985, 53 chilenos fueron asesinados fría y cobardemente por la Dictadura Militar. Para la eliminación de 8 de ellos se recurrió a la técnica de "muertos en enfrentamientos", haciendo aparecer así a las víctimas como responsables de su propia muerte al tiempo que se les catalogaba de "terroristas", "subversivos", "violentistas", acusaciones jamás comprobadas. De estos 53 chilenos asesinados en 1985, 48 son hombres y 5 son mujeres. Las formas de muerte son múltiples y variadas, y al analizarlas se descubre que la mayoría de las veces se ha sobrepasado "el límite del horror". Entre los muertos en falsos enfrentamientos, se cuenta una mujer. Paulina Aguirre Tobar, estudiante de 20 años, asesinada por la CNI en el sector del Arrayán. Su ejecución ocurre en su propia casa, con gran despliegue policial y publicitario. La versión oficial expresa que la "terrorista subversiva muere al enfrentarse con las fuerzas policiales que ingresan a su domicilio con el objeto de efectuar un allanamiento". El informe médico legal señala que su muerte fue producida por disparos en la espalda... Las 4 mujeres restantes asesinadas en 1985, a diferencia de Paulina Aguirre no fueron buscadas, perseguidas ni ejecutadas fríamente, ni sus formas de morir tergiversadas y ocultadas por la mentira. Más penosamente quizás, sus muertes fueron al azar. El azar de vivir o morir. Riesgo de los chilenos bajo la Dictadura. Marisol de las Mercedes Vera Linares fue alcanzada en la cabeza por ráfagas de metralleta disparadas por individuos "no identificados" que se movilizaban en una camioneta Chevrolet C10, mientras presenciaba manifestaciones callejeras desde la puerta de su casa en la comuna de Pudahuel en Santiago. Las otras 3 mujeres mueren en condiciones similares: "fuerzas del orden", carabineros o individuos no identificados disparan sin saber a quién, una sola bala de muerte o ráfagas de metralleta, así como así, al pasar.
Las 5 mujeres asesinadas en 1985, salvo una, eran jóvenes al igual que Paulina que recién comenzaban su vida; como Sara Plaza, quien muere el 1º de mayo alcanzada por una bala mientras caminaba por la Plaza Yungay con su hija en brazos. Acababa de cumplir 17 años y ese día carabineros realizaba un operativo policial en el sector…” (1)
Al día de hoy en Chile por todos lados, muchos jóvenes, con métodos pacíficos o violentos, aunque mayoritarios los primeros, y resaltados los segundos, van contra todo tipo de autoridad a enrostrar al sistema su enorme hipocresía. Lo peor es que no se quiere entender esta violencia y agresividad bajo prismas sociales. Se observa, y los medios de comunicación otra vez como cada año, observaran esta violencia y frustración generalizada como hechos reprimibles, o sea, bajo el prisma de la fuerza. La violencia será la expresión de una juventud sin una conciencia clara de lo que hay que hacer por la vía política, es la expresión global de la pobreza capitalista.
Es el resultado de haber machacado a toda una sociedad con la ideología del triunfo y la competencia, combinada con sueldos míseros, explotación, cesantía, carencias de derechos básicos como educación, salud, inalcanzables productos de alimentación básicos como el pan, que bordea los 3 dólares el kilo y unos medios de comunicación impulsando el consumo que enriquece a una minoría y hace matarse, por allá lejos, a una mayoría en los mismos suburbios en que dos hermanos que se atrevieron a luchar contra todo esto fueron asesinados. Eduardo y Rafael.
"Al atardecer del día 29 de Marzo de 1985, en los sectores populares de la ciudad de Santiago, donde se esparció como un reguero de pólvora la noticia: "¡mataron a Eduardo y Rafael Vergara!", se produjo una especie de espasmo de tragedia, de dolor, de indignación y de impotencia. Carabineros había asesinado a dos de los mejores y más queridos elementos de la juventud de la zona oeste de la capital. ¡Sensación de un gran vacío y de un terrible sin sentido!
La eucaristía que celebré al día siguiente en la Villa Francia, en el pequeño altar que situamos entre los dos cuerpos, es la más estremecedora que he celebrado en casi cuarenta años de sacerdote.
El funeral del día 31; el traslado de los restos en hombros de sus compañeros, desde Villa Francia hasta la Iglesia de Jesús Obrero; la eucaristía que allí se concelebró por decenas de sacerdotes en medio de una muchedumbre que el vasto templo no pudo contener; la marcha, después, al cementerio entre banderas, aclamaciones, consignas y cantos, fueron actos que revistieron una mezcla de fe pública religiosa y de combatividad vibrante no vistas antes en Chile.
Después, todos los meses, el día 29, ha estado habiendo una romería, un acto o una celebración en el lugar donde vivieron y donde murieron los Vergara, siempre significativa y activamente presididas por Manuel y Luisa, sus padres. Cada vez, y poco a poco, estos actos han ido configurando, como en un proceso, el sentido profundo y el valor histórico de la vida y de la muerte de los hermanos Eduardo y Rafael". Roberto Bolton, sacerdote diocesano, en su testimonio titulado en “La Memoria Histórica de los Oprimidos” (1)
En honor al eterno vació que dejan dos seres humanos libres. Siempre se les extrañara.
(2) Casen 2006: cómo, por qué, y quienes la falsificaron