jueves, septiembre 24, 2009

A Proposito de Honduras. La Pedagogía del Millón de Muertos

Publico a continuación, a propopsito de Honduras y la eterna historia de América Latina, un extracto del prólogo de Santiago Alba Rico a un libro de Carlos Fernández Liria. El prólogo se llama "La Pedagogía del Millón de Muertos".

..."Si de algo fue un “ensayo” la guerra civil española fue de las intervenciones estadounidenses en Latinoamérica a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, según un principio que ya he enunciado en otras ocasiones: cada treinta años se mata a casi todo el mundo y después se deja votar a los supervivientes. Cien años de levantamientos y revoluciones en Francia acabaron en 1871 con el establecimiento de una república democrática: los 30.000 fusilados de la Comuna de París constituyen el modelo “democratizador” que sesenta años más tarde dará al traste con la República española y que todavía hoy se sigue aplicando en muchas regiones del globo.

La “guerra civil” española, pues, no fue sino una manifestación más de esa “pedagogía del voto” capitalista que la recurrencia estadística ha acabado por asociar a América Latina. No está de más, por tanto, recordar algunos datos de todos conocidos.

En Argentina, entre 1976 y 1983, la dictadura militar produce 30,000 muertos y desaparecidos, como consecuencia del principio establecido en 1977 por el general de brigada Manuel Saint Jean, gobernador de Buenos Aires: “Primero vamos a matar a todos los subversivos, después a sus colaboradores; después a los simpatizantes; después a los indiferentes, y por último, a los tímidos”.

En Chile, entre 1973 y 1988, Pinochet hace desaparecer al menos a 3197 personas y tortura a más de 35.000. Los propósitos “pedagógicos” del dictador, y los límites de la democracia restaurada por él mismo, fueron explícitamente expresados en una famosa declaración en vísperas de las elecciones de 1989: “Estoy dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones, con tal de que no gane ninguna opción de izquierdas”.

En El Salvador, entre 1980 y 1991, la guerra civil ocasiona 75.000 muertos y desaparecidos.

Al régimen del general Strossner, que zapateó Paraguay entre 1954 y 1989, se le imputan alrededor de 11 mil desaparecidos y asesinados, además de centenares de presos políticos y exilios forzados.

Según el informe de la Comisión por la Verdad y la Reconciliación, entre 1980 y el año 2000 el balance en Perú es de 70.000 muertos y 4.000 desaparecidos. El general Luis Cisneros Vizquerra, presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas declara en octubre de 1983: "Para que las Fuerzas policiales puedan tener éxito, tienen que comenzar a matar senderistas y no senderistas. Matan a 60 personas y a lo mejor entre ellos hay tres senderistas. Esta es la única forma de ganar a la subversión".

En Guatemala, entre 1960 y 1996 se registran 50.000 desaparecidos y 200.000 muertos, según la comisión de Esclarecimiento Histórico de 1999, que atribuye el 93% de las víctimas a los militares.

En Uruguay, entre Junio de 1973 a Febrero de 1985, uno de cada cinco ciudadanos pasó por las cárcel; uno de cada diez fue torturado; una quinta parte de la poblacion (unas 600.000 personas) se vio obligada a emigrar, cientos desaparecieron; otros sencillamente fueron asesinados.

En Haití, bajo la dinastía de los Duvalier entre 1957 y 1986, son asesinadas más de 200.000 personas, a las que hay que añadir las miles de víctimas del golpe de Estado de Raoul Cedras contra Aristide y las que se han producido en los dos últimos años tras el nuevo derrocamiento violento del presidente electo y antes de la victoria electoral de René Preval.

En Nicaragua, la dictadura de los Somoza produce al menos 50.000 muertos, a los que hay que sumar otras 38.000 víctimas mortales como consecuencia de la guerra de baja intensidad sostenida en la década de los 80, con el apoyo y financiamiento estadounidense, contra el gobierno democrático sandinista.

El caso de Colombia adquiere dimensiones casi dantescas. La magnitud del exterminio es tal que no hay cifras totales, ni siquiera aproximadas, para los últimos 40 años de “pedagogía del voto” capitalista. A partir de los años 80 se calcula en torno a los 20.000 muertos todos los años, 4.000 de ellos relacionados con la violencia política (lo que, extrapolando abusivamente los datos, daría un cómputo global de unos 200.000 muertos desde 1965). Sólo en los últimos años, las Asociaciones de Familiares Desaparecidos han denunciado 7.000 desapariciones; el número de desplazados internos en los últimos 20 años es de 3.500.000. Colombia registra el único caso conocido de un verdadero y sistemático “genocidio” político ejecutado contra una fuerza legal, la Unión Patriótica, 5.000 de cuyos miembros –diputados, senadores, afiliados- fueron asesinados en 10 años, haciendo ciertas las declaraciones de un miembro del ELN, según el cual en Colombia “es mucho más peligroso hacer política que luchar en la guerrilla”.

A los muertos de la “pedagogía del voto” capitalista en los países mencionados, habría que añadir las miles de víctimas en la República Dominicana, Honduras, Brasil, México, Bolivia o la propia Venezuela, ortopédicamente dirigida durante décadas por las dos tenazas del cangrejo adeco-copeyano y cuyo último episodio sangriento fue el llamado “caracazo” de 1989 con sus entre 400 y 2000 civiles asesinados, según las fuentes.

La “pedagogía del voto” capitalista, con sus millones de muertos, ha pretendido que los latinoamericanos supervivientes acudiesen a las urnas, cuando eso se les ha permitido, bajo la amenaza oligárquica de esta alternativa terrible: el voto o la vida. Pero precisamente Venezuela ha demostrado que se puede votar libremente y, del mismo modo que el miedo es contagioso, también lo es la audacia. Los latinoamericanos, a pesar de los muertos, los torturados y los desaparecidos, a pesar del desierto inducido en el que sólo crecen el olvido y el terror, ha perdido el miedo a votar incorrectamente. Es decir, democráticamente. La nueva democracia latinoamericana, como nos lo recuerdan las jornadas de abril del 2002 en Venezuela, expone a un peligro adicional a sus pueblos: cuanto más incorrectamente voten más recurrirán los EEUU (y sus aliados europeos) a “pedagogías” clásicas y extremas. Cuanto más aislados estén sus pueblos, más tentados se sentirán los EEUU (y sus aliados europeos) de recurrir a la violencia “educativa”. Por eso la defensa de Venezuela debe ser epidémica; es decir, bolivariana; es decir, depende del contagio irresistible de la audacia –que ya se anuncia- al mayor número de países, de manera que, como quería Bolívar, una vasta confederación latinoamericana sea capaz, mediante ALBAS o auroras, de disuadir de momento (a la espera del despertar de su propio pueblo) al imperialismo estadounidense y a las fuerzas que lo apoyan.

Pero la “pedagogía del voto” capitalista, con sus horribles cifras de cadáveres, debe ser evocada también a favor de Cuba, obstinada anomalía que se sustrajo al siniestro balance de “la educación para el capitalismo”. El pueblo de Cuba se autodeterminó mediante una revolución armada y desde entonces se ha defendido sola, con las dificultades y deformaciones que de un milagro semejante se derivan. En comparación con lo que ha sido la situación del resto de Latinoamérica, podemos no tener en cuenta, si despreciamos la humanidad, las vidas que ha salvado la revolución gracias a su medicina pública, la eliminación de la desnutrición o la desaparición de la marginalidad y la violencia mafiosa –por citar apenas tres factores de letal eficacia en todo el mundo. De hecho, estos logros inapreciables son habitualmente silenciados o menospreciados, desde los medios de comunicación, por los que consideran que el riesgo (para los otros) es inseparable de la (propia) libertad; y que más vale que se mueran de hambre (o de gripe o baleados) los demás a morir uno mismo de aburrimiento. Pero lo que no se puede de ninguna manera menospreciar, y sin embargo nunca lo mencionamos, ni siquiera desde la izquierda, es que la revolución cubana, durante más de cuarenta años, ha mantenido al pueblo cubano protegido de la “pedagogía del voto” capitalista que ha devastado, con la regularidad de una marea y la precisión de un esquema, uno por uno y todos a la vez, todos los países de América Latina. Si nos atenemos a los datos citados y hacemos una media ajustada hacia abajo, podemos concluir muy prudentemente que, cuarenta años después, la revolución cubana ha salvado por lo menos a 30.000 personas de morir brutalmente asesinadas. En este mismo período, digámoslo así, en Cuba no sólo se ha vivido mejor que en el resto de Latinoamérica sino que han vivido muchas más personas, todos esos miles de ciudadanos que habrían sido torturados y asesinados por ejércitos, paramilitares, escuadrones de la muerte, dictadores y demócratas afascistados a fin de que los supervivientes votasen al candidato de los EEUU en las intermitencias electorales. Cuba se ha ahorrado 30.000 muertos y sólo por esto valdría la pena apoyarse en su revolución y seguir su ejemplo; y porque este incalculable ahorro de violencia y de cadáveres, después de cuarenta años, ha constituido para los cubanos una verdadera pedagogía cotidiana que, después de cuarenta años y con un resultado exactamente contrario al de España, ha fecundado un pueblo nuevo liberado de la esclavitud mental y material. Por eso Cuba es, al mismo tiempo, fuerte e ingenua; por eso Cuba no ha cedido y difícilmente cederá. Fidel Castro advertía recientemente sobre los peligros de un fracaso endógeno de la revolución; pero entre la reversibilidad desde dentro de la revolución cubana y la irreversibilidad desde dentro del capitalismo español, la diferencia sigue siendo enorme y es la diferencia de dos pedagogías y dos pueblos diferentes, productos respectivamente de una victoria y una derrota: la victoria de la Cuba socialista, con sus límites y sus deformaciones, y la derrota de la España republicana, con sus viejitos firmes, sus campesinos valientes y sus intelectuales despiertos enterrados en las cunetas".

lunes, enero 12, 2009

¿Quiere acabar con la violencia en Gaza? Boicotee a Israel

Naomi Klein

The Nation

Traducido para Rebelión por LB

Ha llegado el momento. Hace mucho que llegó. La mejor estrategia para poner fin a la cada vez más sangrienta ocupación es convertir a Israel en objetivo del tipo de movimiento mundial que puso fin al régimen de apartheid en Sudáfrica.

En julio del 2005 una gran coalición de grupos palestinos diseñó planes para hacer justamente eso. Hicieron un llamamiento a "la gente de conciencia de todo el mundo para imponer amplios boicots y adoptar contra Israel iniciativas de desinversión similares a las adoptadas contra Sudáfrica en la época del apartheid". Había nacido la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).

Cada día que Israel aplasta a Gaza más conversos se adhieren a la causa del BDS y las pláticas de alto el fuego no hacen que disminuya el ritmo de ese movimiento.

La campaña de boicot a Israel está comenzando a recibir apoyos incluso entre los judíos de Israel. En pleno ataque a Gaza unos 500 israelíes, decenas de ellos conocidos artistas y académicos, enviaron una carta a los embajadores extranjeros destacados en Israel. En ella hacían un llamamiento para "la inmediata adopción de medidas restrictivas y sanciones" y dibujaban un claro paralelismo con la lucha antiapartheid. "El boicot contra Sudáfrica fue eficaz, pero a Israel se la trata con guantes de seda... Este respaldo internacional debe cesar".

Sin embargo, incluso ante estos inequívocos llamamientos muchos de nosotros no podemos ir allí. Las razones son complejas, emocionales y comprensibles. Y simplemente no son lo suficientemente buenas. Las sanciones económicas son las herramientas más eficaces de que dispone el arsenal de la no violencia. Renunciar a ellas raya en la complicidad activa. A continuación exponemos las cuatro principales objeciones que se hacen a la estrategia del BDS, acompañadas de sus correspondientes refutaciones.

1. Las medidas punitivas no servirán para persuadir a los israelíes sino para acrecentar su hostilidad. El mundo ha intentado lo que solía llamarse "compromiso constructivo" y ha fracasado estrepitosamente. Desde 2006 Israel ha ido aumentando constantemente su nivel de criminalidad: ampliando asentamientos, iniciando una atroz guerra contra el Líbano e imponiendo un castigo colectivo a Gaza a través del brutal bloqueo. A pesar de esa escalada Israel no ha sufrido ningún castigo, sino todo lo contrario. Las armas y los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda que los USA envían a Israel son solo el principio. A lo largo de este período clave Israel se ha beneficiado de una notable mejora en sus actividades diplomáticas, culturales y comerciales con gran número de aliados. Por ejemplo, en 2007 Israel se convirtió en el primer país no latinoamericano en firmar un acuerdo de libre comercio con Mercosur. En los nueve primeros meses del 2008 las exportaciones israelíes a Canadá aumentaron el 45%. Un nuevo acuerdo comercial con la Unión Europea duplicará las exportaciones israelíes de alimentos procesados. Y el 8 de diciembre los ministros europeos "mejoraron" el Acuerdo de Asociación UE-Israel, una recompensa por la que Israel suspiraba desde hace mucho tiempo.

Este es el contexto en el que los dirigentes israelíes comenzaron su última guerra confiando en que no les iba a suponer costos significativos. Es notable que tras más de siete días de guerra el índice de referencia de la Bolsa de Valores de Tel Aviv haya subido un 10.7%. Cuando no funcionan las zanahorias es preciso recurrir a los palos.

2. Israel no es Sudáfrica.

Por supuesto que no lo es. La relevancia del modelo sudafricano es que demuestra que las tácticas del BDS pueden ser eficaces cuando medidas más suaves (protestas, peticiones, cabildeos) han fracasado. Y en los territorios palestinos ocupados se detectan inequívocos y profundamente angustiosos ecos del "apartheid" de Sudáfrica: documentos de identidad y permisos de viaje de colores distintos, viviendas arrasadas y expulsiones forzosas, carreteras para uso exclusivo de los colonos judíos. Ronnie Kasrils, un destacado político de Sudáfrica, dijo que la arquitectura de segregación que observó en Cisjordania y Gaza es "infinitamente peor que el apartheid". Eso fue en el 2007, antes de que Israel comenzara su guerra total contra la prisión a cielo abierto que es Gaza.

3. ¿Por qué elegir a Israel como único objetivo de la campaña BDS, cuando los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países occidentales hacen lo mismo en Irak y Afganistán?

El boicot no es un dogma sino una táctica. La razón por la que la estrategia del BDS deba ser intentada contra Israel es de tipo práctico: en un país tan pequeño y dependiente del comercio podría dar resultados.

4. Los boicots cortan los canales de comunicación; lo que necesitamos es más diálogo, no menos.

Voy a responder a esta objeción con una historia personal. Durante ocho años mis libros han sido publicados en Israel por una casa comercial llamada Babel. Pero cuando publiqué The Shock Doctrine quise respetar el boicot. Con el asesoramiento de activistas de BDS, entre ellos el maravilloso escritor John Berger, me puse en contacto con una pequeña editorial llamada Andalus. Andalus es una editorial militante profundamente involucrada en el movimiento de lucha contra la ocupación israelí y la única editorial israelí dedicada exclusivamente a la traducción al hebreo de libros árabes. Redactamos un contrato para garantizar que todos los ingresos procedentes de la venta del libro sean destinados al trabajo de Andalus, sin reservarme nada para mí. En otras palabras, estoy boicoteando la economía israelí pero no a los israelíes.

Sacar adelante nuestro modesto plan de publicación requirió docenas de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes instantáneos entre Tel Aviv, Ramallah, París, Toronto y la ciudad de Gaza. Lo que quiero decir es lo siguiente: desde el momento en que se empieza a aplicar una estrategia de boicot el diálogo aumenta dramáticamente. Y ¿por qué no debería hacerlo? Para construir un movimiento se requiere un flujo de comunicación incesante, como recordarán muchos activistas de la lucha antiapartheid. El argumento de que apoyar los boicots significará romper los lazos entre unos y otros es particularmente engañoso habida cuenta de la variedad de tecnologías de la información que tenemos al alcance de las manos a precio módico. Estamos inundados de formas para transmitir nuestros argumentos a través de las fronteras nacionales. No hay boicot que nos pueda detener.

Justamente ahora muchos orgullosos sionistas se están preparando para obtener beneficios récord. ¿Acaso no es cierto que muchos de esos juguetes de alta tecnología proceden de parques de investigación israelíes, líderes del mundo en infotecnología? Sí, es cierto, pero no todos ellos van a salir beneficiados. Varios días después de iniciado el asalto israelí contra Gaza, Richard Ramsey, director gerente de una empresa británica de telecomunicaciones especializada en servicios de voz via Internet, envió un correo electrónico a la empresa de tecnología israelí MobileMax: "Como consecuencia de la acción emprendida por el gobierno israelí en los últimos días ya no estamos en condiciones de considerar seguir haciendo negocios con usted o con ninguna otra empresa israelí".

Ramsey dice que su decisión no fue política. Simplemente, no quieren perder clientes. "No podemos permitirnos el lujo de perder a uno solo de nuestros clientes", explica, "de modo que se trata de una decisión comercial puramente defensiva".

Fue este tipo de frío cálculo empresarial lo que llevó a muchas empresas a retirarse de Sudáfrica hace dos décadas. Y es precisamente el tipo de cálculo sobre el que se asienta nuestra esperanza más realista de lograr la justicia negada durante tanto tiempo a Palestina. Boicot Comercial en el Estado Español Boicot Cultural Global

viernes, enero 09, 2009

Palestina... el Genocidio Permitido

Carlos Sandoval

Rebelión

Sábado veintisiete de diciembre... pasa del medio día. Suenan las campanas de las escuelas que anuncian el término de clases. Niños y niñas de todas las edades corren alegres por las calles como queriendo robarle una sonrisa a su momentánea libertad. Unos van de prisa, hambrientos a sus casas, quizá hoy haya algo más que lentejas esperándolos. Otros no tan ansiosos en llegar a sus hogares, se van juntando en los campos de fútbol, intercambian propuestas para la selección de los equipos. Una niña corre a esperar a su mejor amiga frente al parque, otra decide caminar por los cultivos mirando el azul del cielo. No lo puede encontrar... Docenas de aviones de guerra F16 y helicópteros Apache de manufactura estadounidense apagan la luz del sol. Las siniestras sombras del enjambre aéreo tiñen el cielo de un gris lúgubre. Una luz cegadora roba la vista de los curiosos. Comienza una cascada de estallidos... ¡La tierra retumba y grita de dolor! ¡Dos, tres, cinco diez, quince explosiones! ¡Doscientos treinta muertos, setecientos heridos! Cuerpos de niños, hombres y mujeres destrozados se esconden entre el humo negro y los escombros de los edificios. Las tropas israelíes movilizan seis mil quinientos reservistas. ¡Diez, quince, veinte, muchas más bombas! ¡Trescientos ochenta muertos, mil ochocientos heridos! El plomo endurecido cae sobre hospitales, templos, universidades, escuelas, habitaciones, comercios. Muere el universitario, el profesor, el carnicero, el policía, el funcionario, el zapatero, el carpintero, el artesano, la periodista, la secretaria, la esposa, la madre, la hija, el hijo, el hermano. Son terroristas... Es su culpa por vivir en una “zona militar cerrada”, por haber nacido en Palestina, por ser árabes. ¡Treinta, cincuenta, sesenta proyectiles! ¡Cuatrocientos ochenta muertos, dos mil doscientos heridos...! es miércoles, el mundo occidental celebra el año nuevo, cinco días de bombardeo y no se ha detenido la masacre...

El 9 de diciembre de 2008, tres semanas antes del ataque, el Secretario General de las Naciones Unidas declaraba por el 60 aniversario de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio: “La Convención fue la consecuencia directa del intento de exterminar a la población judía durante el Holocausto y desde entonces ha representado la aspiración de las Naciones Unidas de impedir que ese horror se vuelva a producir...”

¿Nunca te has preguntado por qué vale más la vida de un israelita que la de un palestino? ¿Nunca te has puesto a pensar por qué un pueblo que fue víctima de un genocidio, ahora tiene permiso internacional de masacrar y exterminar a otro, de repetir su Holocausto, pero intercambiando los papeles? ¿Por qué la “comunidad internacional” no hace nada por evitar el exterminio de los palestinos? ¿Por qué ya no aparece Palestina en los mapas? ¿Por qué tanta hipocresía...?

En 1882, los judíos sionistas comenzaron su proyecto de crear un Estado Judío, o “Gran Israel” en Palestina. Había que “desarabizarla y judaizarla”, es decir, sacar a los millones de árabes que habitaban este territorio por milenios. Los primeros asentamientos judíos en la región se llamaban “kibbutz” y eran financiados por poderosas organizaciones sionistas en Gran Bretaña y EEUU. En 1917, con la “Declaración de Balfour”, el banquero judío Lord Balfour, quien era entonces Ministro de Exteriores del Gobierno Británico, junto con los líderes sionistas Chaim Weizmann y el Barón de Rothschild, decidieron crear el “Hogar Nacional Judío” en Palestina. Para el imperialismo, la idea de un estado judío en Palestina era atractiva pues significaba tener una cabeza de playa en el codiciado medio oriente, rico en petróleo y estratégico para el dominio geopolítico. Es por esto que desde un inicio, Inglaterra y Estados Unidos apoyaron incondicionalmente el proyecto sionista. En 1920, concluida la Primera Guerra Mundial, Inglaterra impuso el “mandato británico” en los territorios palestinos. Los palestinos se opusieron y resistieron heroicamente, pero los británicos impusieron su dominio por la fuerza y a través de masacres y represiones masivas contra la población árabe, comenzaron una fuerte campaña de traslado de judíos a territorio palestino. En 1940, antes del citado holocausto judío, Joseph Weitz, director del Fondo Nacional Agrario judío, declaraba: “no debemos dejar una sola aldea, ni una sola tribu...” refiriéndose a la limpieza étnica de árabes en Palestina.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los sionistas hicieron del Holocausto un fantasma para consolidar su proyecto de apropiarse a Palestina. Construyéndose una imagen de víctimas, reclamaron al mundo compensaciones materiales, económicas y morales, por lo que el 29 de noviembre de 1947, Inglaterra, con el auspicio de la ONU partió a Palestina en dos estados, uno judío al que le asignó 55% de la tierra y otro árabe con el 45% restante. Jerusalén quedó internacionalizada bajo control de la ONU. Cabe mencionar que a pesar de los traslados masivos de judíos a Palestina, éstos seguían siendo minoría en ambos estados. El 14 de mayo de 1948, los británicos se retiraron de Palestina y los sionistas proclamaron el Estado de Israel. Ese mismo año, Israel desató una guerra de exterminio contra los árabes para obligarlos a salir de los territorios asignados por la ONU. Aldeas enteras, como la de Dayr Yasín, situadas entre Jerusalén y Belén, fueron masacradas y quemadas. Quedaban como testimonio los miles de cadáveres de ancianos, hombres, mujeres y niños. 200,000 palestinos fueron expulsados ese año de sus tierras. Al fin de esta guerra, Israel había conseguido conquistar el 78% de Palestina.

En junio de 1967, Israel lanzó nuevamente una guerra contra los árabes. Esta guerra se pretendió justificar como un “ataque preventivo” en contra del peligro árabe. La que se conocería como “Guerra de los Seis Días” terminó con la ocupación de los únicos territorios palestinos remanentes, la franja de Gaza y Cisjordania, que desde entonces se conocerían como los “territorios ocupados”. Ese mismo año, la ONU exigió a Israel, en su resolución 242, que se retirara de los territorios ocupados, pero el Estado sionista no hizo caso. Fue hasta 1994 que la ONU reconoció en los “Acuerdos de Oslo” a la Autoridad Nacional Palestina y su derecho a controlar 22% de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania; esto quiere decir, sólo el 5% del territorio palestino original. Desde entonces, el Estado artificial de Israel ha violado el derecho internacional incursionando constantemente en los territorios bajo autoridad palestina, cercándolos, imponiendo controles militares, prohibiendo la entrada de provisiones, y realizando asesinatos masivos y selectivos, así como un permanente acoso militar a la población civil.

Es la víspera de año nuevo, el mundo permanece indiferente a la masacre de palestinos. Algunos activistas que todavía se preocupan por la humanidad organizan protestas en embajadas israelíes en diversos países. Un grupo de quince médicos y abogados de once países salen en misión humanitaria del puerto de Chipre, en un bote con destino a Palestina. El navío, bautizado con el nombre de “Dignity” (dignidad), va cargado de medicinas y alimentos para el pueblo palestino. Es de madrugada. Aún están en aguas internacionales. Todavía no se alcanza a ver la luz del día pero los tripulantes distinguen un escuadrón de naves de guerra de la marina israelí, que se acerca amenazante al Dignity. En un instante quedan rodeados por barcos de guerra israelíes. ¡Venimos en misión humanitaria! ¡Sólo traemos medicinas y alimentos para la población civil! Sin más, los marinos israelíes abren fuego. Exigen que regresen a Chipre. El Dignity no tiene combustible suficiente para regresar. Ya son las 6:45am. Continúan los disparos. Los aterrorizados tripulantes de la nave humanitaria pierden contacto por radio con tierra firme... ¡Sesenta, ochenta, cien bombas! Llueve fuego en Gaza. Quinientos cincuenta muertos... ya no se pueden contar los heridos. Israel cierra la zona y prohíbe la entrada de alimentos, medicinas y periodistas a la franja de Gaza. No se puede encontrar una sonrisa entre el millón y medio de rostros que habitan la franja. Hosni Mubarak, el tristemente presidente egipcio, ordena sellar la frontera con Gaza para no permitir el paso de refugiados palestinos. Mientras tanto, Ofer Shmerling, funcionario de la defensa civil de Israel en el área de Sderot, adyacente a Gaza, declara en Al Jazeera: “Tocaré música y celebraré lo que está haciendo la Fuerza Aérea de Israel”.

Israel es el principal beneficiario de la ayuda militar estadounidense, y una de las potencias nucleares en el mundo. En Israel, es legal el uso de la tortura y la pena de muerte por sospecha. En lo que va del año 2000 al presente, han sido asesinados más de 5,000 palestinos por las fuerzas militares israelíes que entran a su antojo en los territorios palestinos, con la excusa del combate al terrorismo. Es obvio que para el imperialismo, todo aquel que no agache la cabeza y muera en silencio viendo cómo le arrebatan su tierra, es un terrorista. Estados Unidos, junto con Canadá y Alemania declararon su apoyo a Israel, y califican su acción militar como “defensiva”. Mientras tanto, la prensa norteamericana y europea hace eco de las declaraciones de Ehud Olmert, primer ministro israelí y Tzipi Livni, ministra del exterior, de que la actual campaña militar es un acto de represalia por los cohetes Qassam lanzados por palestinos, a partir de que expiró el 19 de diciembre la tregua de seis meses. Es importante aclarar que para los palestinos, este tipo de cohetes caseros de bajo impacto son una forma de contestar a la criminal ocupación israelí y a las masacres perpetradas en su contra. Sin embargo, la operación plomo endurecido que oficialmente fue aprobada el 24 de diciembre de 2008, comenzó a prepararse desde hace más de seis meses. Mientras Israel negociaba un acuerdo de alto al fuego con Hamas, las fuerzas militares israelíes ya estaban recabando información de inteligencia sobre bases permanentes, sitios de armas, campos de entrenamiento, y domicilios de líderes y funcionarios palestinos. La supuesta negociación sólo fue para Israel una forma de ganar tiempo. Una vez más, el estado sionista aplicó la estrategia del peligro fabricado con el cual ha pretendido justificar sus guerras anexionistas y de limpieza étnica. Para Israel, la única tregua aceptable sería que los palestinos se dejen colonizar unilateralmente, se dejen asesinar y humillar, acepten vivir en la miseria, en el exilio, una tregua en la cual los palestinos dejen de existir. Pero los sobrevivientes palestinos no claudican, se reorganizan y se integran a las milicias de resistencia

Es la primera semana de enero, diez días desde que inició la ofensiva, las tropas terrestres penetran en la franja de Gaza. Rafah está completamente destruida. Israel exige la total evacuación de la ciudad de Gaza. Quien se quede lo hace bajo su propio riesgo. Los tanques pasan por entre los trozos de carne humana y concreto. Del cielo caen panfletos exhortando a los palestinos a entregar a sus hermanos. Ignoran los israelíes que los palestinos ya no tienen hermanos a quien entregar. Están muertos entre los escombros, víctimas del holocausto... El mundo observa... y sigue observando nada más. ¿Hasta cuándo seguiremos observando nada más? ¿Hasta que ya no quede un solo palestino vivo?